¿Qué queríais ser de mayores? Futbolistas, tal vez, o pilotos de aviones. Policías para aporrear a antisistemas insumises, o miembros de las Nuevas Generaciones del PP como plan B por si suspendías el examen de acceso al cuerpo. Influencer, si me estás leyendo desde el iPhone de un progenitor (en tal caso, devuélveselo y coge un libro, granuja). La variedad es tan finita como deprimente, pero sólo es así porque cuando se tienen diez años no estamos al tanto de la rica gama de ofertas del panorama laboral; nadie sueña con ser copywriter, o prompt engineer, o freelance flow consultant (o "fontanero por cuenta propia", como se llamaba en mis tiempos).
A Lara Croft no le pasó eso: su padre se dedicaba a la arqueología activa con altas dosis de tiro con arco y parkour de exteriores, y ella no tuvo dudas de que iba a continuar con el negocio familiar. En el mundo fantástico que nos presentan SquareEnix y Crystal Dinamics en Rise of the Tomb Raider, esta línea de trabajo es una de las más demandadas, y el Wall Street Journal se refiere a ella como "un empleo en alza (...) aunque cada vez quedan menos complejos funerarios por profanar". Es cierto que la no renovabilidad del recurso que se explota en la profesión es una cuestión a tener en cuenta, pero dado que sólo pasaremos unas horas en el pellejo de Lara, tampoco hay que calentarse la cabeza con universos ficticios y su economía. Vamos, digo yo.