miércoles, 25 de enero de 2023

Paladins (PC, 2018)

Versión analizada: PC.

Otras versiones: Xbox One, PS4, Nintendo Switch.

Paladins... ¡a la taza!

Ahora que me he quitado de encima el chiste, inauguro esta innovadora sección en la que miro uno de los juegos de mi biblioteca de Steam que nunca he instalado y veo a ver qué onda. He de admitir que cuando vi Paladins en mi lista de juegos disponibles, no supe recordar por qué ni cuando lo había comprado, hasta que descubrí que es gratuito y que, por suerte, su presencia en mi cuenta de Steam no me había costado dinero. En cualquier caso, tenía que haber tenido intención de jugarlo en algún momento para que estuviera ahí, y seguía sin encajarme. Un shooter, ¿yo? ¿De los creadores de Smite, un juego donde sí que me dejé unos pocos euros para desbloquear a todos los dioses y que del que he disfrutado aproximadamente una hora en toda mi vida? Aquí hay gato encerrado.

Así que, un poco para compensar mi dispendio con Smite, vamos a darle un tiento al Paladins este, del que no sé absolutamente nada. Siempre he sido bastante reacio a entrar en juegos online, ya no porque no quiero ser víctima de insultos por parte de prepúberes (no tengo problema, suelo jugar con el sonido quitado), si no porque llego tarde a todos y me da la sensación de que la base de jugadores ya está establecida y nunca voy a ser capaz de ser decente. Además, rara vez los juegos gratis son gratis, y si no que me lo digan a mí.

Entonces qué, ¿un shooter online con personajillos graciosos? ¿No valía con Overwatch? Antes de eso, ¿con Team Fortress 2? Y ahora que están Valorant y Apex Legends, ¿hay alguien jugando a esto? No tengo ni pajolera idea, pero al menos estaré yo, el último paladín.

Tras pelearme con un DLL y tener que reinstalar el juego nuevamente, fracasar en ello, descargarme los DLLs manualmente, volver a fracasar, y descargarme un compilado de ejecutables de una sospechosa página alemana, he conseguido ejecutar milagrosamente este prodigio de la tecnología. 

La primera pregunta es, por supuesto, qué ofrece esto que no ofrezcan los setecientos títulos anteriores. A juzgar por el tutorial, un caballo a ratos, y que a correr más deprisa lo llaman "la habilidad especial Apremio", cosa sin duda innovadora que influirá a todos sus sucesores. Por lo demás, son más de los mismos disparos, explosiones y poderes genocidas a los que estamos acostumbrados. Campos de batalla con bases que conquistar, bombas que escoltar y enemigos que derribar. No esperaba nada y aún así, me ha decepcionado.

Pero claro, una indagación más profunda me descubre todo un catálogo de héroes no poco carentes de personalidad, cada uno con sus triquiñuelas autóctonas. Tenemos a Personaje Oriental #2:


A una flagrante violación del copyright arbóreo:


Y a Ratos, el dios de lo campechano y las Kalashnikov:


Tamaño desborde de creatividad no es en balde, porque si quieres jugar como la mitad de estos, hay que abrir la billetera. Y yo dos veces el mismo error no lo cometo, ni aunque Fernando me mire con esos ojos de latin-lover, que cumple la ineludible cuota de "español seductor" que cumplen todos los videojuegos de matarse.


No es su mejor foto, supongo.

El caso es que para mi primera partida oficial como Paladinista amateur, me cogí al tigre Tony porque molaba sin leer exactamente cuales eran sus habilidades, ni falta que me hacía saberlo. 


En los diez primeros segundos de partida fui asediado por preguntas que nadie me había dicho que tenía que responder, y mucho menos cómo había de hacerlo. Elige un talento. Como el poder de la amistad no me aparecía, y aparte solo tenía "Instinto depredador" desbloqueado, no tuve opción. Elige tu baraja. ¿Qué baraja? Pinché al azar, "Asalto feroz", y cinco cartas se desplegaron en mi pantalla. Entre tanto, el contador de inicio del juego descendía. ¿Quién tiene tiempo para un mus ahora? Finalmente, puedes entrar a la tienda, pero la opción de "autocompra" está activada así que tengo que confiar en que Tony sea cabal y juicioso con su dinero y no decida comprarse, no sé, una cama de agua en lugar de un lanzallamas, que para lo que vendría a continuación probablemente fuera útil.

Con mi estrategia infalible de "sigue a los demás y no estorbes", me dispuse a saltar al ruedo. Lo que sucedió después tiene dos posibles explicaciones:

O bien el juego vio que era mi primerita vez y me puso por delante a cuatro bots recién salidos de la escuela de bots...

O bien soy la mejor persona que ha pisado este juego de mierda.

Poseído por una confianza extrema e infundada, agarré mi shuriken de contrabando y lo lancé, lo lancé lejos, lo lancé cerca, lo lancé a todo aquello que se movía cubierto de una sombra roja que, como didácticamente me había explicado el tutorial, significa que debe morir. Hice gala de todo mi arsenal de técnicas, desde el disparar agazapado cual comadreja al salir volando en cuanto se acercaba alguien con ánimos indeseables. Encajé decenas de balas de monstruos tres veces más grandes que yo, y en un momento dado agarré mi espada y ensarté con ella así, a tontas y a locas, a todo bicho viviente. No sabía lo que estaba haciendo, supongo que nací con esto dentro. Algo superior a mí me controlaba. Algo temible.

No fui eliminado ni una sola vez y el equipo contrario cayó con un aplastante 40-12. Sin tener ni idea de si esto es flor de un día o no, me dispuse a salir de dudas. El segundo intento, con un nuevo personaje algo más pacato en su capacidad de repartir leña a dos manos, fue menos auspicioso. Me abatieron al menos cuatro veces, una de las cuales yo mismo me despeñé por un abismo en una retirada caótica, y nos pasaron por encima. No cometeré este error otra vez.

Vuelve él.

Vuelve el tigre.


Para Tony el tigretón todo es un picnic. Su único enemigo es sí mismo y su apetito voraz, y más allá de morir ridículamente precipitándose al vacío tras venirse demasiado arriba con la espada brocheta, hizo de la batalla su patio de recreo. No había un palmo de terreno donde no llegara su arma arrojadiza. Es una máquina de matar. 

Desde ese momento todo ha sido arrasar con la vida, con breves interrupciones en las que desbloqueaba avatares de niñas anime por algún motivo. Sí, el juego tiene las típicas chorradas de pases de batalla, misiones diarias, cofres que adquirir con misteriosos puntos que hay que comprar. Pero eso da igual porque soy el ángel exterminador. En forma de tigre.

Y sí, sé que todo este rato he estado jugando contra la IA. Lo sé porque los niños rata no se llaman "Charisma", "Endeavor", "Lineage", "Tactician" o "Windfall", eso son las sondas espaciales. Y menos aún me va a tocar jugar con la misma gente en prácticamente todas las partidas.


Y tal vez sea por este descubrimiento controvertido que, para cuando quiero volver a jugar, los servidores no encuentran con quién emparejarme. Un reinicio del juego empeora las cosas: ahora, ni siquiera intenta buscar una partida. De hecho, las opciones parecen completamente diferentes, con un modo entrenamiento que antes no me aparecía, y lo que parece un modo "ranked" con unas clasificaciones totalmente desiertas, lo que supongo que responde a mi pregunta de si juega a esto alguien (aunque Steam Charts dice que hay 10000 personas echando un Paladins ahora mismo... me pregunto dónde están).

De repente, las encuentro. Al ampliar mi selección de modos de juego para ver si así encuentro dónde meterme, me introducen en una partida del modo Matanza, o como se llame. Es allí donde encuentro al distinguido BaronVonBukkake.


Así que todo este tiempo aquí estabas. Justo donde no sabía que tenía que mirar.

Con competencia humana, me caen de todos los colores y por todos los sitios. No duro veinte segundos vivo, ni por mucho Tony que sea. Intentar volver al modo en el que empecé también resulta en una humillación apabullante. He pasado de dominar con facilidad a comérmelas a dos carrillos. ¿Qué sentido tiene el matchmaking del juego? Probablemente ninguno, pero si hay algo seguro en esta vida es lo siguiente:


LO MEJOR: Los breves momentos de creerse invencible cuando estás masacrando bots con la inteligencia justa para no dispararse entre sí.

LO PEOR: Nunca va a surgir de la nada una base de jugadores novatos con la que crecer conjuntamente: los que están llevan jugadas muchísimas horas y te van a usar de mondadientes. Es un juego entre docenas y no destaca particularmente en ningún apartado, salvo quizás la cantidad de personajes (que son refritos de otros más queridos).

VALORACIÓN: 56/100.

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