Versión analizada: PC.
Otras versiones: PS4.
La lucha libre profesional es uno de los mundos más interesantes y malentendidos de la industria del entretenimiento, una subcultura que se vive en secreto para evitar el constante aluvión de comentarios estúpidos de gente que piensa que igual gusta porque no sabes que es mentira. Para mí, el pro-wrestling es la mezcla perfecta entre el deporte, el teatro y Sálvame Deluxe, con un poquito de multiversos para darle el toque final.
Y, si eres como yo, aunque ver Raw o Smackdown con los inmortales Héctor del Mar y Fernando Costilla gritar ante los despliegues paranormales del Enterrador, los planes maquiavélicos de Edge o el tesón yanqui de John Cena era un disfrute inmenso, todo aquello era secundario ante los videojuegos de la WWE. La saga de Smackdown vs. Raw supuso un hito, y para mí una de las pocas razones para encender mi PS2. La extensa suite de creadores ("crea tu luchador", "crea tu entrada al ring", "crea tu set de movimientos", e incluso más adelante "crea tu campeonato" y la incomprensiblemente desaparecida "crea tu finisher"), más lo divertido del combate en sí, lo convertían en un título obligado de la plataforma, y si se te abría la curiosidad, ya si eso podías ver el programa de tele.