¡Qué vienen, qué vienen los zombies! Hemos pasado una década de obsesión por el muerto viviente, en la que parecía que no podía pasar una semana sin que apareciera una nueva franquicia de gente así un poco ida, pero no de las que deambulan por el Primark en Rebajas: ¡Zombieland! ¡The Walking Dead! ¡The Last of Us! ¡Guerra Mundial Z! Dead Island, Dead Rising, DayZ, Resident Evil, 28 Lustros Después, Plantas vs. Zombies y hasta el maldito Call of Duty reclutó a los comedores de cerebros en sus filas. Yo pedí tiempo muerto (no pun intended) igual en el minuto uno de esta invasión, con la excepción de Shaun of the Dead que sigue siendo de mis películas favoritas más a pesar de, que gracias a, la parte zombie de su contenido. Así que, estando al margen de la epidemia, y sufriendo ahora un virus mucho más poderoso y devastador en sus efectos en la cultura popular (los superhéroes de las narices), es un buen momento para entender qué me he perdido.
Y lo hago con uno de los títulos más famosos de los videojuegos, no sólo de zombies, si no en general: el Left 4 Dead 2 (del primero ya nadie habla, por algún motivo). Uno que revolucionó el género, y básicamente escribió los mandamientos que todos su sucesores iban a seguir al pie de la letra, introduciendo quizá nimias modificaciones. Como llego más o menos de nuevas (Steam dice que he jugado dos horas en mi vida), quizá me resulte relativamente fresco, o quizá sienta un perpetuo e incorrecto déjà vu, experimentando cosas que ya he vivido por otros medios. ¡Descubrámoslo!